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LA ESTRELLA REBELDE

LA ESTRELLA REBELDE

Después de algún tiempo, la Luna y el Sol se encontraban muchas mañanas durante un ratito y hablaban de sus hijas: las estrellas.

Sobre todo de una de ellas, que siempre estaba malhumorada y culpaba de todo a su madre, la Luna.

Pensaba que su padre, el Sol, era el que tenía razón: era más grande, tenía mucho trabajo, daba mucha luz, siempre tenía la misma forma, y cuando no aparecía durante semanas, lo hacía porque la Luna discutía con él, y le decía cosas que le molestaban. Para esta estrella, su padre, el Sol, era lo más grande del Universo, y pensaba que su madre, la Luna, debía de estar muy agradecida porque él se hubiese fijado en ella.

Tendría que estar contenta por ser la elegida para casarse. Sobre todo, -pensaba la estrellita-, que lo que debía hacer su madre era callarse y obedecer al Sol.

Desde el momento de la separación, nuestra estrella empezó a sentirse muy enfadada y todo su malestar lo centró en su madre, la Luna.

Por las noches, se quedaba escondida en la casa del Sol, se tapaba con nubarrones para no brillar y no ser descubierta.

Su madre, la Luna, cada día estaba más triste y preocupada, y recorría el Universo en su búsqueda, y cuando la encontraba, la pequeña estrella empezaba a llorar y a gritar.

Entre lágrimas decía que su madre, por las noches se iba de paseo por el Cosmos, y las abandonaba.

Su padre, el Sol, no la creía, y muy enfadado le reprendía, y afirmaba que su madre, la Luna, cuando salía por el Universo, lo hacía para buscarla y que eso tenía que terminar.

Pero nuestra pequeña estrella seguía enfadada, y ahora todavía más. Sentía pena por su padre, el Sol, que después de todo seguía defendiendo a Luna y decidió que no haría nada de lo que mandara su madre.

Se volvió desobediente, no respetaba a sus hermanas y siempre quería estar en el sitio que no le correspondía.

Era envidiosa y les decía a sus abuelos, que Luna nunca estaba en casa con ellas, que llegaba siempre tarde para acostarse y no las dejaba brillar, que muchos días llamaba a sus amigos, los nubarrones negros, para que las hermanas no la vieran y las castigaba sin razón.

Añadía entre sollozos, que con sus hermanas se portaba mejor, y que les había prometido que cuando crecieran las dejaría formar figuras que dejarían a los hombres admirados, pero que a ella... por defender a papá Sol, la tenía olvidada.

Tantas cosas dijo nuestra estrella, que los abuelos decidieron hablar con el Sol, para que no dejara a las estrellas estar con su madre: ellos se ocuparían de cuidarlas cuando el Sol brillar.

El Sol estaba muy enfadado y al amanecer esperó a Luna.

¿SABEÍS LO QUE OCURRIÓ?

 

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